La adolescencia plantea problemas muy específicos, no siempre ni en cada caso los mismos. Como el resto de las etapas de la vida, esta de la primera juventud ha ido cambiando a medida que lo ha ido haciendo la sociedad. Entre un muchacho del siglo XVII y una chica de hoy se abre un abismo ¿Qué piensa un adolescente actual? ¿Cuáles son sus códigos, sus sueños? ¿Cómo siente el amor, qué significados dan al sexo? Estás serán algunas de las preguntas que la abogada defensora de una adolescente acusada de asesinato se formulará en voz alta para tratar de inclinar a su favor al jurado en el caso de la película La chica del brazalete.

Una cinta que se ve con creciente intriga porque relata un caso penal, basado en un juicio lleno de interés por las dudas que suscita la única sospechosa, una chica francesa acusada de haber matado de una docena de cuchilladas a su mejor amiga, cuando ambas tenían 17 años.

La ausencia de otros encausados y el extraño carácter de la única acusada, Lisa Bataille (interpretada por Melissa Guers), harán que el espectador dude constantemente sobre el veredicto. De manera que, colocándonos hábilmente en el papel de un jurado más, se nos invite a juzgar a Lisa. ¿Será culpable o inocente? ¿Habría asesinado o no a su amiga Florie, con quien, además, parecía tener una relación más allá de la amistad?

La trama se mantiene con tensión hasta el desenlace debido a una hábil guionización (firmando Stephàne Demoustier guión y dirección), pero los temas de fondo no son tanto susceptibles de argumentación como de estudio psicológico, incluso psiquiátrico. Porque la personalidad de Lisa se irá revelando como ciertamente inquietante en algunos de sus aspectos. ¿Empatiza o desprecia a sus congéneres? ¿Es social o asocial? ¿Quiere o aborrece y odia a sus amigos? ¿A qué se deben sus grandes silencios, incluidos los que, a lo largo del juicio, empleará en parte para desorientar a la fiscala que intenta imputarle un crimen?

Todas esas preguntas y muchas más envuelven al personaje de la adolescente en un halo, no tanto de misterio como de desafío analítico de una personalidad cuyos rasgos, sin ser ni mucho menos los más comunes, tampoco son tan excepcionales entre los jóvenes actuales.

La adolescencia, a juicio.