Dicen, quienes pueden hacerlo por conocimiento y sabiduría, que en el Ayuntamiento de Zaragoza vuelven a sonar tambores de guerra. Y los ciudadanos se sienten preocupados ante el batir amorfo de varas con escasa enjundia y peso, máxime cuando observan que ya tras muchos meses de gobernación la ciudad va camino de nada, palabras y teclas, música sin rumbo, teles, rubias mechas y silentes sonrisas adocenadas, sola e interesada gestión. ¿Quién rige los destinos de tan importante institución? Un alcalde en precario (minoría) necesitado de pactos ¿para qué? Sin embargo, bastón en alto, él, que en Euskadi primero (memoria a escribir), después en Madrid (también chorros de tinta próximos en letra impresa) y ahora en Zaragoza (nos igual que vos y todos juntos más que vos) sigue erre que erre. El señor Belloch no se presentó a las elecciones municipales por libre, sino bajo las siglas y programa del PSOE. Para el alcalde eso apenas cuenta, y saltándose a la torera acuerdos y pactos entre caballeros (¿caballero?) pretende convertirse en mandarín supremo de todos los dislates, yerro sobre yerro. No conoce a los zaragozanos, y en el pecado llevará la penitencia. Cuando alguien se presenta a unas elecciones bajo las siglas de un partido concreto, en el caso del exjuez el PSOE, a él se debe, sobre todo a la hora de concretar aspectos cuyo sentido tiene que ver con la participación democrática y no con el egotismo o formulaciones más próximas a esquemas del franquismo que a las esencias democráticas. Menos mal que gobierna en minoría.

*Profesor de Universidad