En el despacho profesional de Javier Lasheras, uno de los empresarios aragoneses que compraron las acciones de Agapito Iglesias, han aparecido este fin de semana unas pintadas amenazantes hacia su persona por el proceso que lleva la venta del Real Zaragoza. No son las primeras, hace unas semanas también ocurrió algo parecido con Mariano Casasnovas, otro accionista. Los claroscuros en la gestión de compraventa son evidentes, pero no se puede caer en amenazas anónimas execrables que promuevan una espiral que no lleva a ninguna parte.