Durante el año pasado se habló mucho en las tribunas de la excepción de la política aragonesa frente al ruido que llegaba de la Carrera de San Jerónimo. Se ensalzó en multitud de foros la capacidad de diálogo, se alabó sobremanera una supuesta capacidad de liderazgo de los políticos aragoneses superior a la media. Se destacó el esfuerzo de todos por sumar mayorías ante una situación tan complicada. A veces tanto halago llegó a resultar empalagoso, y la comparación ligeramente ventajista. Porque en Aragón, la presión por el enfado ante los excesos verbales de una consejera acaban en dimisión, mientras que en España se olvidan cuando empieza el siguiente exabrupto. Las lágrimas de un dirigente aragonés conmueven y se ensalza su humanidad, pero si llora un ministro el choteo es mayúsculo y se desconfía automáticamente. En el Congreso te pueden llamar hijo de terrorista o acusarte de abusar de niños, ha pasado, y más de uno lo aplaude y replica. Por tanto, no se mide con las mismas varas. Se agradece no obstante que nuestros políticos locales trabajen en lo importante y aparten los malos modos como forma común de ejercer su actividad.

En Aragón, el ambiente y las circunstancias externas son más propicias para establecer ese sosiego que favorece el entendimiento. Eso permite sacar la mejor cara, pero si se intensificara un punto la presión y la crítica frente a la propagada habría quien saldría con una pata de banco. Por tanto, no conviene presumir mucho por lo que pueda pasar.

Entendimiento

El colofón al buen clima llegó con la mejor de las noticias: la aprobación de los presupuestos para el curso vigente, con el voto de los cuatro partidos del Gobierno además de Ciudadanos e IU. Solo Vox y el PP los rechazaron. La filosofía presupuestaria también cuenta con el apoyo de la patronal y de los sindicatos, agentes que en Aragón tradicionalmente siempre se han entendido mejor con gobiernos presididos por socialistas. La aprobación de los presupuestos es una excelente noticia porque permite empezar a ejecutar las partidas para salir del atolladero desde el primer día. El PP se queda en una situación complicada. Debía mantener, por coherencia como principal partido de la oposición, su posición contraria a las cuentas, pero se ha quedado solo con Vox, y las consecuencias que puede tener esa sensación de soledad en la oposición junto a un partido de extrema derecha son inciertas. ¿Será capaz de rentabilizar su papel opositor y recuperar la confianza de una gran parte de su tradicional electorado que se ha radicalizado hacia la derecha? Los populares tienen difícil armar una oposición que satisfaga a sus votantes más conservadores y a la vez distanciarse del discurso ultra de Santiago Abascal y los suyos. Cs e IU se sumaron a unos presupuestos en los que de uno u otro modo se sienten todos representados gracias a esa Estrategia de la Recuperación Aragonesa, un documento de consenso que otras comunidades también han aprobado.

Cambio sustancial

Es llamativo el caso de Ciudadanos, que salvo en La Rioja y la Comunidad Valenciana, donde se han abstenido, han dado su voto favorable a los presupuestos de gobiernos socialistas como el extremeño, el manchego o el asturiano. Un cambio sustancial en solo un año que vaticina un horizonte distinto con el nuevo liderazgo de Inés Arrimadas, aunque quizá ya no le sirva para recuperarse electoralmente. Nunca podrán agradecer CHA y Podemos lo suficiente a Albert Rivera su ambición por querer ser el líder absoluto de la derecha y llegar a creerse que podía convertirse en presidente del Gobierno. Sin ese error de cálculo, casi con toda seguridad el actual cuatripartito sería un tripartito socialdemócrata, anaranajado y aragonesista tirando a regionalista. Del mismo modo, el gran fichaje de Rivera en Aragón, Daniel Pérez Calvo, quizá sea el gran damnificado de la obsesión del exlíder y por ella no sea ahora el vicepresidente que le habría gustado ser de un triunvirato en el que sus otras dos partes, Javier Lambán y Arturo Aliaga, también se sentirían cómodas. En política, un año es un mundo y por ello es una virtud fundamental saber adaptarse a las circunstancias y salir lo más indemne posible.