Apenas se ha arrojado al cesto del olvido la página de diciembre de los calendarios, llega ya el olor de las elecciones de marzo y los primeros posicionamientos estratégicos de los partidos. O sea, con toda probabilidad, Rajoy podría alzarse con la victoria, pero si no fuera con mayoría absoluta sería difícil que pudiera formar gobierno por virtud de la conjunción de las restantes fuerzas en impedirle el paso. Aznar dejó al PP sin otro amigo que Coalición Canaria, y acaso algún día sabremos cuál fue el precio de esa alianza permanente, estable y contraria, en ocasiones, a la lógica misma.

¿Alguien más pudiera sumar su apoyo a un Rajoy-PP con mayoría pero no absoluta? La memoria suele ser flaca, pero convendrá traer a cuenta los apoyos que el Gobierno de Aznar de la mayoría simple obtuvo en la primera legislatura tanto por parte del PNV como de los convergentes de Pujol. En multitud de ocasiones se dijo de aquellos apoyos que eran envenenados, y que, sobre todo, resultaban carísimos al Tesoro Público, porque a la hora de elaborar los presupuestos pasaban pesadísimas cargas y facturas. En buena medida, es probable que Aznar consiguiera mayoría absoluta la segunda vez por causa de ese argumento, que el apoyo de las minorías vasca o catalana resultaba insoportablemente costoso a las demás nacionalidades del Estado español.

Pues bien, con las primeras previsiones, llega ya una primera oferta del dirigente convergente-unionista Durán i Lleida, quien proclama: "Podríamos apoyar a Rajoy o a Zapatero si cumplen nuestras condiciones". Es decir, apoyo a cambio de beneficios y favores del Gobierno central. Es una estrategia que no falla, y que terminan pagando las autonomías menos poderosas.

*Periodista