El comercio de armas es uno de los más lucrativos del mundo. Pese a su legalidad, la violencia armada, los conflictos y las guerras consumen tal cantidad de armas que generan un negocio en la sombra altamente productivo en manos de los traficantes de la muerte. La entrada en vigor del Tratado de Comercio de Armas tiene como objetivo impulsar un código de conducta internacional para impedir que los fabricantes vendan armamento convencional a Estados que puedan utilizarlo después para cometer genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra o graves violaciones de los derechos humanos. Los impulsores del tratado reconocen que el texto no es la panacea. Tiene varios puntos débiles. No incluye todas las armas convencionales. Se aprobó con el voto afirmativo de 155 países de los 193 miembros de Naciones Unidas y no todos lo han ratificado. Pero su principal vulnerabilidad es que no contempla sanciones para los Estados que lo infrinjan. El tratado nació en la sociedad civil y deberá ser ella misma la que no baje la guardia ante Estados y traficantes desalmados.