Estudios e informes como el controvertido PISA analizan de forma cuantitativa el rendimiento escolar, pero poco dicen de sus causas y aún menos entran a valorar factores que fomentan el absentismo. ¿Qué motivos tienen los educandos para abandonar la clase?

Sin duda, cuando un alumno decide no pisar el aula se hace patente su baja motivación, mas ello no excluye la presencia de razones concretas que le impulsen a tal distanciamiento. El acoso, la intolerancia, la cruel mofa de los compañeros se encuentran demasiadas veces en el origen de un problema que afecta con especial inclemencia a los niños más sensibles, precisamente el objetivo preferido para estas agresiones. Poco tiene, pues, de extraño que las víctimas no se dejen ver apenas por el escenario de las felonías intentando hacerse invisibles a chanzas y perversas bromas. Pero esta terrible plaga ha aprendido a saltar barreras merced a las nuevas tecnologías y el infeliz alumno ya no tiene dónde esconderse del ciberacoso. Por supuesto, la comunidad educativa está al tanto de un problema tan dañino para la autoestima de los jóvenes y hace lo que puede para eludir sus graves secuelas. Sin embargo, es muy difícil educar cuando la disciplina tiende a ser considerada como una mala praxis, a pesar de que, por muy paradójico que pueda parecer y tal como Fernando Savater ya advirtiera en su obra El valor de educar, el ejercicio de la libertad y el desarrollo de la autonomía personal son hijas de la disciplina.

Difícil misión cuando ni se busca el consenso, ni existe el necesario acuerdo sobre los planes de estudio, y reforma tras reforma se estrellan contra puntos de vista fragmentados e insolidarios alejados de la esencia de la educación. Escritora