Igual es que no acabo de sentar la cabeza y hacerme un hombre de provecho, pero hay días que me siento a desayunar, abro el periódico y, cuando lo cierro, tengo los ojos a topos y permanezco un rato en estado de estupefacción turulata. Tal que así me entero, un día de estos, de que el general Vicente Navarro (me pregunto cómo puede llegar a general alguien así) afirma ante los tribunales que hizo "autopsias ligth" a los treinta difuntos mal identificados del Yak-42.

Vaya usted a saber cómo son esas autopsias. A lo mejor las hizo completamente sobrio, autopsias sin alcohol, o sin azúcar, o sin gas. Un misterio. Pero más misterioso aún es que la señora juez no le llamara la atención por tomarla el pelo. Ni Fungairiño, que dejó de ver los documentales de la BBC para acompañar al general durante su deposición (entiendan la palabra como prefieran).

Ese mismo día, las televisiones del Imperio divulgan la hazaña de un soldado imperial que asesina a un herido desarmado ante la indiferencia de sus colegas. Empero, los estrictos códigos morales y religiosos que ganan elecciones ordenan cubrir con un piadoso pitido las palabras del asesino. Está jodidamente vivo, dijo, refiriéndose al muerto inminente. Qué atrocidad.

Claro que también hay quien dice que la aparición de dos jabalíes en el parking de un centro comercial, y la batida de caza mayor sobre el asfalto, son cosas normales en estas fechas.

Lo que digo, que a ver si siento la cabeza de una vez.

*Periodista