Los nuevos responsables del Ministerio de Fomento han confirmado el retraso de la llegada del AVE Madrid-Zaragoza-Barcelona a destino, y han descubierto que no podrá alcanzar los tan publicitados 350 kilómetros por hora con los que debería competir con el puente aéreo y los vuelos interprovinciales. Esta burla ha sido inmediatamente respondida por los usuarios aragoneses, que con buen criterio exigen que si la alta velocidad no va a alcanzar la velocidad que se anunciaba, el tren deberá ajustar sus precios a los servicios de las líneas convencionales.

El ritmo de las distintas líneas de alta velocidad revela hasta qué punto los sucesivos titulares de Fomento del PP impusieron una obsoleta visión radial de España. La ejecución del enlace entre Barcelona y Francia no llega al 1%, mientras los tramos de Madrid a Valladolid y Valencia están ya construidos en una tercera parte. A esta manifestación de centralismo ferroviario se añade el naufragio del exministro Francisco Alvarez-Cascos como gestor. Los criterios con que se seleccionó a decenas de contratistas parecen haber sido todo menos objetivos. Y la capacidad para coordinarlos y controlar la calidad de su trabajo, nula.