Con Azcón de alcalde, el Ayuntamiento de Zaragoza vuelve a la normalidad: excelente relación con los poderes fácticos (empezando por el Real Zaragoza, que ahora es mucho más que un club), conexión de la planificación urbanística con los intereses del lobby inmobiliario, relación amable con los grandes contratistas que manejan los servicios públicos... y todo lo demás. La sombra de Triviño y de Rudi (que ayer asistió a la toma de posesión de su compañero de partido) se funden, y el partido sigue tras cuatro años de tiempo muerto. El tripartito de derechas no tendrá que revertir apenas nada, salvo el nombre de la unidad especial de la Policía Municipal, que volverá al UAPO previo.

Lo que ayer se escenificó en la Casa Consistorial zaragozana fue el gran fracaso de la izquierda. Del desastre se salva en cierta medida el PSOE, que recupera su papel de fuerza más votada y protagonista principal de la labor de oposición. ZeC y Podemos (por separado) han cosechado los frutos de una gestión tan incomprensible como nefasta. Santisteve y Cubero, tan campantes ellos, evocan hoy la naturaleza maligna de las fuerzas que les impidieron gobernar (o lo que fuese que pretendían hacer), y siguen ahí, inasequibles al desaliento. Les corresponde el mérito de haber desaprovechado una ocasión única para darle la vuelta a la ciudad. Su sectario infantilismo y su incapacidad para comprender los aspectos más simples de la política municipal han sido clamorosos. Son los responsables de un vuelco que, de paso, ha dejado a la CHA fuera de juego.

Por supuesto no hubo sorpresas: en las negociaciones desarrolladas en Madrid (y solo allí) para establecer el pacto de los conservadores, el PP se llevó el gato al agua. Cs tragó como estaba cantado y Vox se plegó a todo... a cambio de que los otros dos partidos le permitan manejar algún chiringuito institucional (sociedades municipales o de la autonomía madrileña, institutos y cosas así). Mamandurrias, ¿no? El centro se ha difuminado, la extrema derecha ha vuelto donde solía.

Solo en Huesca se rompieron las reglas de la obediencia debida a lo dictado por los estados mayores centrales de las tres derechas (que en el caso de Vox utilizaron el Ayuntamiento de Zaragoza como parte de un evidente farol, sin siquiera comunicárselo previamente a sus concejales en la capital aragonesa). Allí, cuando la superioridad de cada cual determinó que fuese alcaldesa Ana Alós, la candidata del PP, en vez del representante de Cs, José Luis Cadena, alguien decidió no obedecer, se produjo una abstención (¿de Vox?, ¿de Cs?, ¿del propio PP?) y por sorpresa el socialista Luis Felipe se hizo con la alcaldía. Rabioso, Maroto, el representante de Génova, anunció que se prepara ya una moción de censura. Veremos.

En Teruel todo sigue como estaba. Pero el premio gordo es Zaragoza, la capital que ya no crece aunque todavía alberga muchas oportunidades... para el negocio. Las finanzas municipales están algo mejor. Mandan los de siempre. El balón vuelve a rodar.