Era 23 y no tuve que manifestarme contra el PHN. Hacía sol, compré varios libros para homenajear a Cervantes y a Shakesperare y pude volar. Bailar es lo más cercano a volar sin máquinas que poseemos los humanos. Y vi hacer eso en el teatro. Vi el sueño en cada músculo, el cuerpo convertido en pasión, los pies en la cabeza y la cabeza en los pies, impúdica y hermosamente el fin de las limitaciones humanas, el odio y el amor en cada poro, frío calor, alegría y dolor en cada gesto. Los bailarines son seres sacrificados al cuerpo y al arte, y bailar es un oficio duro que una vez se manifiesta en un escenario resulta esplendoroso, envidiable, humanos trascendiendo el espacio. El Ballet de Zaragoza ha pasado 15 años en la cuerda floja por la incapacidad de algunos gestores, los complejos de algunos directores (que negación la de Harold King) y la absoluta falta de apuesta por la cultura de algunos de los responsables políticos. Tuvo otros buenos momentos. No se puede olvidar el trabajo llevado de Mauro Galindo ni el que ahora desarrolla Patsy Kupe-Matt. Ahora vive una época de esperanza y esplendor que sus bailarines expresan bailando muy bien. Aún pueden volar esta noche en el Principal.

*Periodista