La festividad de San Antón sella el final de un ciclo y celebra, con el fuego de las hogueras, el advenimiento del año nuevo. El nombre del santo eremita africano (nació en Egipto, en el año 251) derivaría de la raíz latina ‘ante’ (que antecede) constituyendo así un símbolo de la confluencia, en una misma fecha, del principio y el fin del año que se fue y del que acaba de comenzar.

Por eso, enero (janvier en francés, january en inglés) debe su nombre al del dios romano Jano bifronte, quien con una de sus caras contemplaba el ocaso, y con su otra faz oteaba el nuevo horizonte.

De ahí que la T (en el alfabeto hebreo la tev es la última de sus letras, así como alef la primera, equivalentes del omega y el alfa del abacedeario griego, convertidas en símbolo del final y el principio para los cristianos) que llevaban cosida los monjes Antonianos (de la Orden de San Antonio Abad) en sus hábitos, representara también esta fusión y sincretismo conceptual entre lo pasado y lo nuevo.

Pero también, por la semejanza de la letra T con la imagen de la cruz, como símbolo de salvación, penitencia, de humildad y entrega a los demás, puesto que los Antonianos nacieron, a finales del siglo XI, con la misión de dedicarse al cuidado de los enfermos.

Una letra T que, por otro lado, también se halla presente en el propio nombre del santo, y en la palabra ‘tentaciones’; las que le envía el demonio a San Antón para que desista de su vida dedicada a la oración y ayuda a los necesitados.

Sobre estas tentaciones, el escritor francés Gustave Flaubert escribió en el año 1874 La tentación de San Antón, obra que introduce a personajes como la reina de Saba, magos y heresiarcas, y profundiza en las pasiones de la naturaleza humana y sus pecados, especialmente el de la lujuria.

Pero ante todo, San Antón, el de las barbas, (aunque también muy invocado en las urbes), es un santo muy representativo del mundo rural, de manera que prácticamente no hay en los pueblos de España una iglesia que no tenga en uno de sus altares una imagen del santo patrón protector de los animales con su fiel cochinillo a los pies.

Por otro lado, además de hogueras y bendición de animales, es la de San Antón, noche de Sanantonadas, de diablos y diablets (en la comarca del Matarraña), Encamisadas (en Estercuel), de jinetes que saltan sobre el fuego, de gastronomía de matacía y de bailes en redonchel a ritmo del farindondón y del Antón Pirulero.

Día de celebración que preludia la pronta llegada del Carnaval, pues por San Antón aparece el personaje llamado Filoseta, en Forcall, equivalente de la Filandrona, en Todolella -localidades ambas de la provincia de Castellón, también conocidos con el revelador nombre de Tentaoreta (la astuta incitadora de las tentaciones carnales y de la lujuria) cuyo papel desempeña un hombre travestido.

El origen de este personaje pre carnavalesco se encontraría en el de la hiladora del devenir (-fil- hilo, de donde deriva el Filandón, que es un cuento contado al calor de la hoguera de hechos que acontecieron-) una de las tres Moiras de la mitología griega, que personificaban el destino. Y como contra él no se puede luchar, de ahí el refrán: Si sale con barbas, San Antón, y si no, la Purísima Concepción.