Cuando me siento en la marquesina del bus, en la avenida Goya, veo pasar por delante, por el carril bici, ciclistas a diferentes velocidades y de diferentes edades. Me gusta verlos, sobre todo cuando veo pedaleando a personas que escapan del tópico del ciclista vitaminado y en forma, montando a toda leche sin apoyar el culo en el sillín. Veo de esos, claro, pero también señoras sentadas cómodamente en una de las bicis municipales, pedaleando con parsimonia. O a personas trajeadas con el bolso o la mochila en la cesta, en sus bicis de diseño. El paisanaje se ha diversificado, y yo que me alegro. Por esa misma diversificación, no creo que el colectivo Pedalea, al que hay que reconocerle el mérito de defender la bici cuando nadie más lo hacía, represente a todos los que se desplazan a golpe de pedal. Por eso mismo, entiendo que no todo el mundo estará en contra de las medidas que se plantea el Gobierno, como la de imponer un seguro obligatorio para llevar una bici. Creo que, como ciudadanos que somos todos, si exigimos unas infraestructuras (carriles bici, aparcamientos específicos) también tenemos que contribuir. Yo sería partidaria de un seguro obligatorio, desde luego, e incluso de matricular las bicis. No creo que eso sea desincentivar su uso, como dice Pedalea. Creo que es un reparto justo de responsabilidades. Lo que no puede ser es el descontrol de ahora: porque entre bicis en manos de irresponsables, patinetes y demás inventos, se está poniendo complicado caminar. Que es el medio de transporte más barato y ecológico, les recuerdo.

*Periodista