Enrique Bunbury copa seis días el Principal, un lugar en el que habitualmente no ocurre nada. Bunbury ha sacado un disco valiente y precioso, se lo ha currado, y ahora lo va a rodar, le va a sacar las tripas. Los discos son como los autos, como todo, que han de soltarse, darse vidilla para ver si pueden meterse en el software íntimo de la gente. Fuera del circuito polifónico y de los oligopolios lo difícil es que te escuchen, que se enteren. Pero el mundo es amplio y diverso, cada vez hay más canales y cada vez más gente aprende a diversificar sus fuentes, a buscar lo que le gusta además --o a pesar de-- lo que le tiene que gustar. Bunbury es un crack, siempre sorprende. Ha lanzado esa expresión de música politono, que lo resume todo. Ha bautizado su disco como la inolvidable película de Fernán Gómez y Perico Beltrán, El viaje a ninguna parte . Juega a las periferias, echa toda su calidad y su pasión y llena el Principal. El machetazo de Bunbury coincide con la llegada del coche de hidrógeno de GM, que va alegremente recorriendo esa europa que no acaba de elegirse. Europa quizá sospecha que son unos comicios orgánicos, raros, de segundo nivel. Hay una sensación de que los partidos han puesto de candidatos a los sobreros, que se enzarzan por fruslerías. El cochecito de Pepe Isbert, que funciona con una pila de hidrógeno, ha traído a Aragonland una pompa de euforia. No es descabellado pensar que si esta tecnología progresa --no hay muchas alternativas, por eso-- y si el Instituto del Hidrógeno de Aragón funciona a tope, la historia pueda converger en Figueruelas. Bueno, es un poco descabellado, pero hay que ir a por ello, igual que Bunbury no se ha quedado en el mero rock, que tanto nos gusta. El alcalde ha hablado del ahorro energético, de la energía solar en los nuevos barrios. Estamos desperdiciando todo ese sol, aprovechamos algo del cierzo, saludamos al cochecito de hidrógeno con los pañuelos. Del eurocóptero no se sabe nada. Bajo el síndrome Moulinex nos agarramos a lo que sea. Tenemos a unos cuantos miles de indocumentados, la mayoría trabajando, y más que hacen falta, así que cuanto antes pongamos en marcha el ordenador y les imprimamos los papeles, la tarjeta del Salud, mejor para todos.

Bunbury está apelando a la calidad, buscando la excelencia sin parar. A lo mejor funciona ya con hidrógeno.

*Periodista y escritor