Es tan largo el rosario de errores de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) durante la era de Tenet, que la única explicación a que Bush haya tardado tanto en deshacerse de este jefe del espionaje es que debía creer realmente en él. Tenet ha convertido a Bush en uno de los presidentes con más fracasos de la historia de EEUU: no evitó el 11-S, no logró capturar a los culpables, proporcionó pruebas erróneas sobre las armas de destrucción masiva para impulsar una guerra ilegal y suministró luego datos equivocados sobre cómo actuar en Irak tras la caída de Sadam.

Bush parece no haber tenido más remedio que desembarazarse de Tenet, aunque ya esté en plena precampaña electoral y eso le de indirectamente munición de ataque a Kerry, el aspirante demócrata a la Casa Blanca que le saca ventaja en los sondeos. Es una apuesta estratégica: soltar lastre para intentar que el electorado crea que los errores no eran suyos, sino de quienes le han estado informando y asesorando mal. Al mismo tiempo, inicia su actual viaje a Europa, donde se reunirá con sus disgustados aliados, ofreciéndoles un chivo expiatorio y buscando que éstos acepten hacer ahora borrón y cuenta nueva.