Esta semana ha sido noticia la decisión del Ayuntamiento de Cadrete (que en realidad debería llamarse Murbit), iniciativa de un concejal de Vox, de retirar de la vía pública un busto de Abdarrahman III, fundador del califato de Córdoba en el año 929. Los motivos alegados han sido bastante sorprendentes, entre otros que «Abdarrahman III era machista» o que «ese busto dividía al pueblo». En realidad, lo que subyace en esto es la ignorancia supina de unos ediles que ni saben su historia ni la entienden ni les interesa, salvo para manipularla y justificar así sus posiciones políticas. Porque el busto del primer califa de Córdoba, por cierto con notables errores iconográficos en su factura, no se ha retirado por las causas aducidas por el ayuntamiento, sino porque no responde a la ideología de la coalición en el gobierno municipal; vamos, que Abdarrahman era musulmán.

Nombres de plazas, calles y monumentos de este país están sujetos desde hace al menos un siglo a un permanente revisionismo. Pasó con los franquistas, que tras el final de la Guerra Civil cambiaron miles de nombres, muchos de ellos revertidos en la etapa democrática, y ahora vuelve a hacerse por algunos nostálgicos de la dictadura.

Borrar del pasado acontecimientos y personajes que no gustan a los tiranos y a sus palmeros ha sido habitual en todos los tiempos; lo hicieron los faraones del antiguo Egipto suprimiendo en las inscripciones de sus templos lo que no les interesaba que trascendiera; lo hicieron los romanos, borrando los nombres de los emperadores que caían en desgracia, la llamada Damnatio memoriae («condena de la memoria»); lo hizo Stalin, eliminando de cuadros y estatuas a colegas revolucionarios a los que purgó, como al mismísimo Trotsky; y ahora lo hacen algunos del PP y todos los de Vox.

El grave problema de este tipo de gente es que confunden memoria, historia y homenaje. Y además son incapaces de distinguir cuándo se trata de recordar el pasado y cuándo de homenajear a dictadores y tiranos.

Abdarrahman III no fue un demócrata, ni tampoco un confeso feminista; pero es que no podía serlo, porque en el siglo X semejantes conceptos simplemente no existían. En cambio, en 1936, cuando su admirado Francisco Franco dio un criminal y sangriento golpe de Estado, la democracia y los derechos humanos ya eran sobradamente conocidos, y este dictador la conculcó y los violó. Esa es la sutil diferencia, señores y señoras concejales del equipo de gobierno de Cadrete; aunque supongo que ni siquiera la entienden.

*Escritor e historiador