Los universitarios aragoneses saben que dentro de una semana se elige rector y que tienen derecho a voto, pero no manifiestan muchas intenciones de ejercerlo. La baja participación en estas elecciones es una constante habitual, porque entre los estudiantes y la cúpula de la universidad existe un divorcio histórico. El problema es que, cada vez más, el divorcio es lógico porque las inquietudes de los universitarios, sus problemas y sus demandas formativas apenas ocupan lugar en los programas electorales. Los tres candidatos conocen bien la universidad y no tendría que costarles tanto romper la barrera que les separa de los alumnos.