La oposición no parece darse cuenta de que el Gobierno le está robando su legítimo papel. ¿Cómo? Muy sencillo. A base de publicitar presuntas diferencias y aparentes enconos entre los dos partidos que forman el Gobierno, uno de ellos, Unidas Podemos, asemeja, de cara a la opinión y a la prensa, más que socio del poder, oposición suya.

No hay semana, en efecto, que los ministros de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no se tiren un decreto, una ley, un indepe a la cabeza. Cuando sus cruzadas broncas no son por el feminismo, se deben a Puigdemont. Cuando no es el rapero, es el emérito. Cuando no son los euros del subsidio, son los fondos europeos… Y así, representando una obra con antagonistas, saturando todos los colores, el rojo, el morado, el naranja, el verde y el azul, el blanco y su contrario, el negro y sus matices, cubriendo la afirmación y su réplica, socialistas y podemistas ocupan portadas con su doble lenguaje y bífido entendimiento.

Es un truco muy viejo, pero siempre funciona. El PSOE clásico lo puso en práctica durante los ochenta con la doble dirección, en imaginaria y permanente colisión, de Felipe González y Alfonso Guerra.

En un supuesto plano había en aquella formación política «corrientes» y «sensibilidades» capaces de alterar el rumbo. Se decía, incluso, que de sus propias filas podría surgir en cualquier momento un líder competidor de Felipe. Nada más lejos, seguramente, de la realidad, pero a la opinión le encantaba aquel morboso dinamismo interno cuya misión principal no era tanto pluralizar el partido como singularizar la oposición en sus propias siglas, dejando a la derecha, por entonces la Alianza Popular de Fraga Iribarne, cada vez más olvidada en un desierto informativo.

Pablo Casado, en medio de sus cuitas, con un sucio delincuente como Bárcenas chantajeando a medio PP, corre el riesgo táctico de desvanecerse de su legítimo podio como líder de la oposición en aras del otro Pablo, pues Iglesias, sin duda, intenta disputarle, o al menos distraerle de ese papel. En parte, como he apuntado, por estrategia; pero seguramente también porque, en el futuro, PSOE y Unidas Podemos volverán a enfrentarse en las urnas a cara de perro.

Dicen que el poder y la oposición no son sino dos caras de una misma moneda. Pero Sánchez pretende que nunca salga cruz.