Cinco ministros del Gobierno central más el secretario general del PP, Mariano Rajoy, nos han honrado con su visita en los últimos días. En una apoteósica apertura de la precampaña, la dirección nacional del partido conservador parece haber puesto a Aragón en su punto de mira, determinada seguramente a impedir que en las próximas generales se repita el fracaso electoral que se produjo en las últimas municipales y autonómicas.

Nada habría que objetar a este carrusel ministerial (al contrario, es una aparente muestra de interés), si no fuese porque los ilustres visitantes prometen mucho pero se comprometen a poco, cuando no aprovechan su estancia para plantear en términos de una demagogia insoportable asuntos tan conflictivos y tan problemáticos para muchos aragoneses como el trasvase del Ebro.

Aragón necesita del Gobierno central una actitud muy diferente, que identifique a nuestra comunidad con los conceptos básicos del interés nacional y que asuma por una vez las necesidades y las reivindicaciones de la ciudadanía aragonesa. Pero venir de gira a rascar votos sin hacer concesiones en dichos terrenos puede provocar decepción y enfado.