Por mi condición de fisiopatólogo (vulgo, médico de UVI) con más de 40.000 horas de guardia sufro intensivamente el dolor generado por los accidentes de tráfico. Máxime cuando las velocidades actuales comportan enormes energías cinéticas que explican los lamentables efectos sobre los ocupantes de vehículos que quedan literalmente desguazados. Efectos que, cuando no son inmediatamente letales, se siguen de secuelas y gran quebranto psicofísico. La prevención se impone, pues, y quiero, por esto, hablar hoy de la peligrosa curva a derechas; sobre todo, si carece de visibilidad. Porque el que viene a velocidad excesiva, lo habitual, temiendo salir por la tangente, de forma instintiva, buscando dejar asfalto por su derecha, se cierra invadiendo el carril contrario. De modo que si circulamos por la parte izquierda del nuestro el choque frontal será inevitable. Cíñanse, pues, a la derecha siempre, pero, sobre todo, en las traicioneras curvas a derechas. Comprobarán lo que digo si con el rabillo del ojo aprecian (yo siempre lo hago) la relación entre las ruedas del coche contrario y el eje de la calzada. ¡Huyan como puedan de aquel que las lleva por fuera: ha invadido nuestro carril y no podemos permitirnos el más mínimo descuido! --José Fco. Luz Gómez. (Zaragoza) M