De "brillante funcionaria" fue calificada la actual canciller de España, ministra de Exteriores, Ana de Palacio el día que la nombraron para el cargo, y voto a tal que ha cumplido con creces, qué digo cumplir, incluso ha llegado a desbordar cualquier expectativa al "respective". Vean si no su genio y figura hasta el final, como el mismísimo domingo de las elecciones todavía declaraba la susodicha la autoría de ETA respecto de la masacre de Madrid, señores, pero qué maravilla, imposible alcanzar mayor grado de servilismo personal ante instrucciones emanadas de una superioridad. He ahí el modelo perfecto para un empleado público en España, ¿o no?

Claro, así no me extraña que las calculadoras ministeriales hicieran malabarismos en los cálculos de aguas y perras del trasvase del Tajo primero y del Ebro después y del que gusten disponer. Y, desde luego, no sorprende que los servicios técnicos de Bruselas nos hayan puesto éstos últimos días a caldo ante tamaños trucajes en nuestros informes oficiales, ¡pero qué vergüenza! Si se fijan ustedes bien huele todo a la misma historia, a harina del mismo costal. --Juan Ramón Navarro. (Zaragoza) C