Parecía que la estrepitosa derrota infligida al PP por los votantes el 28-A había hecho virar al presidente nacional, Pablo Casado, hacia la moderación. Pero nada más lejos. Desde la apuesta de traer a un exministro trasvasista como Arias Cañete a la orilla del Ebro hasta el lenguaje usado constituyeron otra muestra más de lo que significa la desesperación por recuperar los votos fugados. Cayó en errores históricos con la figura de Juan de Lanuza, apenas se refirió a Aragón e insistió en modelar los hechos para arrimarlos a sus tesis. Nada ha cambiado. Y le quedan dos semanas.