El lío de las hipotecas podría encontrar un arqueológico ancestro en el Aragón de Fernando el Católico. Quien, además de ser uno de los primeros políticos de la modernidad, inspiración para Maquiavelo, Shakespeare y Baltasar Gracián, fue también el primer ministro de Hacienda de aquel embrión de España que estaba fundando con su señora Isabel. Porque el modelo impositivo que la Castilla de Isabel la Católica fue incorporando en las postrimerías del siglo XV no era sino un calco de la Hacienda de la Corona del Reino de Aragón gestionada por nuestros reyes y exportada a los dominios del Reino aragonés en los siglos XIII, XIV y XV.

Los impuestos de los Reyes Católicos tenían como objetivo la fortificación de un primitivo Estado centralista frente al más disperso poder de la aristocracia, feudos y gremios; a cambio, los RRCC aportaban proyectos de unidad y riqueza, la reconquista de Granada, la conquista de América y de las plazas del norte de África, proyección europea, dominio ecuménico. El castellano y el aragonés de la época pagaban, sí, pero obtenían ventajas a cambio.

En cambio, en la España actual, la de la doble corona, tanto monta, Pedro (Sánchez) y Pablo (Iglesias), monta tanto, Pablo y Pedro, el españolito no sabe adónde se dirigen sus esfuerzos impositivos. Si al sostenimiento de un Estado funcionarial, al sostén de los bancos (pago de las tasas hipotecarias) o al sueño de una sociedad utópica donde el parado, el desvalido, el migrante dispongan de auxilios y servicios. Un Gobierno decidido puede decidir, como en su día Fernando el Católico, la aplicación y sostenimiento de un impuesto general (el de las hipotecas bancarias) o su derogación. Si Mariano Rajoy o Pedro Sánchez no han derogado esta tasa hasta hoy, si han permitido --pleito arriba, pleito abajo--, que los particulares hayan pagado durante años las hipotecas, es porque Moncloa se ha lucrado y se sigue lucrando con dicho impuesto. ¿Lo derogarán ahora, tras la contradictoria sentencia del Supremo, para tranquilizar al pueblo y evitar alarma social? Ya veremos. ¿Han cambiado la Constitución, la Ley Electoral, el protocolo autonómico?

¿Qué habría hecho Fernando el Católico? Seguramente, cesarlos a todos.