Reputados columnistas apuntan que Cataluña, tras la heroica gesta del pasado domingo, se parece más que nunca a una república bananera. Es cierto que el comportamiento y entramado político urdidos, desde el punto de vista exclusivamente político, tienen más de felonía y deslealtad que de otra cosa, el incumplimiento como bandera señera de quienes hacen de la Generalitat una Corte de los Milagros, bajo el supremo ejemplo del muy honorable padre político de la actual situación, Jordi Pujol. Se burlan del conjunto de los españoles, simplemente tras haber cosechado en un proceso infame y sin ninguna garantía dos millones de votos (entre ellos 400.000 con una flechita en el NO de marras) sobre casi seis y medio, y eso permitiendo votar a los jóvenes mayores del 16 años y a toda suerte de ciudadanos argentinos, uruguayos, franceses, británicos y unos cuantos manteros a quienes la Guardia Urbana ya se encarga de controlar cuando de menesteres más importantes para ellos se trata. Para armar bronca les vale. A mi ya me cansan y la verdad es que pueden irse a donde quieran, cuidando de que araneses, tarraconenses, una parte de Lérida y no escasos barceloneses se pongan a realizar consultas secesionistas y dejen a CiU y Esquerra ya solos en una nueva Insula Barataria. Se que el asunto no da para chanzas, pero es que terminan por hartarnos. Y conste que en esta charlotada ni el Gobierno de la Nación ni el catalán han salido bien parados. Si alguna autoridad moral tenían, ya la han perdido. Profesor de universidad