El festival de cine fantástico de Sitges, cuya 47ª edición se acaba de inaugurar con la proyección de Rec 4 de Jaume Balagueró, lleva medio siglo --que se dice pronto-- como acontecimiento cultural de referencia, y no solo para los fans del género. En un momento en que el cine, sobre todo su exhibición en salas comerciales, vive días de fundido a negro, festivales como el de Sitges se mueven por suerte en parámetros opuestos. Así, sus cifras son reveladoras de su buena salud. El año pasado, por ejemplo, se vendieron 60.000 entradas y el ritmo va por el mismo camino esta edición. El impacto económico en el municipio se estima en 2,7 millones con una ocupación hotelera cercana al 100% en los 10 días del festival. El éxito tiene explicaciones diversas, aparte de que se celebre en un entorno ideal. Por encima de todo, goza de la fidelidad de un público joven y con mentalidad cómplice hacia una programación sin prejuicios y que hibrida géneros. Una oferta, en definitiva, que potencia el cine que no llega al circuito comercial. Se verán más de 150 títulos en las diferentes secciones.