Zaragoza es la ciudad de los seis apellidos. Cada uno de ellos demuestra el espíritu de fortaleza de una ciudad que no se acompleja ante las adversidades. Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica, Siempre Heroica, Muy Benéfica e Inmortal.

Las circunstancias más negativas que han asediado a la ciudad fueron la palanca de cambio para reforzar el sentimiento de vecindad, de raza y de cabezonería. Cuando se dice que Zaragoza no se rinde no es una frase hueca. Es la realidad de un sentimiento colectivo. Y en plena pandemia del coronavirus debe recobrar todo su significado.

Las medidas de confinamiento adoptadas por el Gobierno de España, y que se alargarán hasta finales de mayo, son tan duras como extraordinarias. En la calle se perfila un nuevo habitante con un rictus de incertidumbre poco visible tras esa mascarilla incómoda. O el vecino que se asoma al balcón contemplando una calle que nunca llego a percibir con tanta luminosidad. Y las cifras de las víctimas golpean cada día.

El tiempo desgastado en un confinamiento encumbra a héroes invisibles que nunca habíamos llegado a percibir como tal. Hay una señora que dona dinero a una floristería para que envíe flores a los sanitarios del Hospital Miguel Servet. Y es que la primavera no solo es un acto de la naturaleza.

El ayuntamiento logra más de 400.000 euros de donantes para atender con garantías a los más vulnerables. Un currante de Garrapinillos donó 138 mascarillas a su ciudad sin pensar en el fondo de su bolsillo.

Los expatriados nunca han echado tanto de menos su ciudad. Se añora tanto por los recuerdos de lo que fuimos mientras la ciudad es menos que nunca sin el alma de sus habitantes.

¿Será Zaragoza la misma cuando todo pase? No lo sé. Nadie lo sabe. El mundo está tan vacío por la crisis del coronavirus que simula más un cuadro de Munch entre la melancolía y la separación. Un fotógrafo aficionado captura a un hombre enjuto caminando por el salón de la ciudad, la tan querida -y arrebatadora- plaza del Pilar. Y nos parece un extraño después de tres semanas de confinamiento.

La patria en tiempos de coronavirus es la que ha sido siempre: nuestro hogar que conecta con el más allá por facetime. Sin banderas, ni enemigos. El portal es la frontera de las promesas que cumpliremos cuando esta pesadilla, o realidad borrosa, termine para todos. Aún le debo a la ciudad que amo más de mil y un paseos.