Me parece que no nos hemos percatado todavía de la magnitud de la pérdida: con Antonio Gades se nos va un hombre libre. Es más; un español libre. Con lo que escasea esa especie. Y con lo necesaria que es. Claro que era un bailarín ilustre e ilustrado, un cuerpo enjuto al servicio del arte y de la belleza, un hombre de su tiempo y un navegante solitario, pero por encima de eso, o a consecuencia de todo eso precisamente, fue un grande y nobilísimo revolucionario, si bien su ansia de transformación y mejoramiento del mundo, su fervor por la Justicia y la igualdad, tomó la forma exótica del comunismo, circunstancia tanto más peregrina la dictadura del proletariado y el marxismo-leninismo eran tan antagónicos a su persona. Pero aquí conviene diferenciar entre el comunismo y los comunistas, cuando menos aquellos que acreditaron su hombría de bien y su coraje idealista en la lucha contra la explotación de los trabajadores, de tal suerte que se puede entender bien que un hombre como Gades, sensible, leal a sus raíces y comprometido con el tiempo y el mundo que le tocó vivir, fuera comunista y lo fuera, además, hasta el último aliento de su vida.

*Escritor y periodista