Hace unos días, en una tertulia de Aragón Radio en la que participo habitualmente, salió a colación la posibilidad de que el grupo político Cambiar Huesca abandonara el equipo de Gobierno del ayuntamiento de la capital del Alto Aragón en protesta por la sorprendente actitud del alcalde Luis Felipe ante las agresiones sexuales acaecidas en el transcurso de las fiestas. En ese contexto, expresé mi temor a que, por iniciativa de Cambiar Huesca, y a pesar del estupor que a mí me producía también la actitud del alcalde de Huesca, pudiera irse al garete una alianza de la izquierda en uno de los pocos sitios en que esta funciona bien. Para mi sorpresa, no hizo falta que Cambiar Huesca diera ese paso porque fue precisamente el PSOE quien decidió dar por concluido el acuerdo de gobierno.

Para quienes apostamos por una alianza de las izquierdas en las instituciones para hacer frente al neoliberalismo de PP y Ciudadanos, Huesca era un modelo de funcionamiento. Sin estridencias, diferentes grupos políticos de la izquierda habían conseguido ponerse de acuerdo para gobernar. A diferencia de lo que ocurre en Zaragoza, donde un PSOE en minoría ha optado por hacer imposible la vida al alcalde y ha establecido una alianza sólida con PP y Ciudadanos, los grupos de la izquierda en minoría en Huesca, Cambiar Huesca y Aragón Sí Puede, han facilitado la labor de Luis Felipe al frente de la Alcaldía. Desde Zaragoza, algunos les mirábamos con envidia y echábamos en falta un PSOE abierto, dialogante, dispuesto a gobernar desde la izquierda, como el que se veía en Huesca. Hasta que ese modelo de convivencia ha sido finiquitado por el alcalde, dando un giro a sus políticas, probablemente condicionado por cálculos electorales.

Quienes vivimos con desasosiego la situación en el ayuntamiento de Zaragoza, tuvimos la esperanza de que la moción de censura de Pedro Sánchez generaría un cambio en el PSOE de Zaragoza. Dado que Sánchez necesita a Unidos Podemos para gobernar, que Lambán se apoya en Podemos e IU para dirigir la comunidad y que en Huesca la alianza de la izquierda funcionaba bien, creíamos que, aunque a regañadientes, se produciría una rectificación en el ayuntamiento de Zaragoza por parte de los socialistas para facilitar una alianza de la izquierda. De hecho, Zaragoza en Común, consciente de la situación, propuso revertir la espinosa cuestión de las sociedades y construir un pacto de izquierdas hasta final de legislatura. Ofrecimiento rechazado por los de Pérez Anadón. Contra toda lógica, en lugar de imponer el modelo de Pedro Sánchez al conjunto de Aragón, lo que estamos constatando es que es el modelo de Pérez Anadón el que se impone en el conjunto del PSOE. Lambán ya se alejó de sus socios de izquierda para pactar el tema de sucesiones y ahora Luis Felipe decide romper su alianza con Cambiar Huesca. En Aragón, la legislatura ha mostrado la fiabilidad de las diferentes izquierdas para dar estabilidad a acuerdos de gobierno con el PSOE. Así se ha constatado en el Gobierno de Aragón y en el Ayuntamiento de Huesca, donde esa izquierda ha sido fundamental para sacar adelante medidas progresistas. Muy diferente ha sido la situación en el Ayuntamiento de Zaragoza, donde el PSOE ha mostrado una actitud hostil, agresiva hacia la izquierda mayoritaria y no ha tenido reparos en erosionar al equipo de gobierno aunque fuera a costa de boicotear proyectos de interés para la ciudad en alianza con el PP, Ciudadanos y los poderes fácticos zaragozanos.

Por desgracia, parece que este modelo es bajo el que se va a agotar la legislatura y que en Aragón los socialistas se van a alejar del horizonte político que está diseñando Pedro Sánchez. Hace un tiempo, en esa misma tertulia a la que aludía al comienzo, comenté medio en broma que parecía que nos habíamos alegrado de la victoria de Pedro Sánchez más fuera del PSOE aragonés que dentro. Lo que era una broma se va convirtiendo en una evidencia. H Profesor de Filosofía. Universidad de Zaragoza