Si yo fuera una Borbón y hubiera nacido Infanta de España por la gracia de Dios, ¿por qué narices iba a renunciar a lo que me ha sido otorgado por gracia divina? ¿Porque lo digan una panda de plebeyos que no son iguales que yo? Si mi hermano, que es rey, no me expulsa de la Familia Real, ¿por qué habría yo de renunciar a prebendas, tratos de favor y ventajas que, les recuerdo, me pertenecen por derecho de nacimiento? Hay que ponerse en el lugar de Cristina. El pueblo no está para empatizar con ella porque no la comprende. Es muy fácil simpatizar con un parado padre de familia que pasa estrecheces económicas, pero entender qué le pasa por la cabeza a toda una Infanta de España es, para la mayoría de la gente, imposible. Nosotros no concebimos que delinquir quede sin castigo. Otra cosa es conseguir librarse de él, pero hasta los delincuentes irredentos que hoy estamos viendo pasar por el banquillo tienen interiorizado que, si les pillan, lo tendrán que pagar. En cambio, los sociópatas y los que, de corazón, creen que son de una estirpe superior, no entienden que algo así les pase a ellos. Los sociópatas no tienen conciencia del mal, y algunas personas con sangre real, tampoco. Puede parecer que eso es cosa de la Edad Media, pero qué va. Hay quien parece vivir todavía en otro siglo. Por eso, aconsejo a Felipe VI que, ya que su hermana no entiende que los tiempos han cambiado, su Majestad tome medidas acordes con la situación. Algo que Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia sea capaz de entender: a un convento con ella, y a la Torre de Londres con sir Urdangarin, el cuñado desleal. O lo que sea que hacen los Reyes cuando la familia se les desmanda. Periodista