En Memoria del mal, tentación del bien , el pensador búlgaro Tzvetan Todorov nos viene a decir que las utopías suelen ser peligrosas cuando quieren imponerse. Desgraciadamente es un libro que ni habrán leído, ni seguramente leerán, Bush, Aznar, Rodríguez Zapatero o el tronante Caldera, pero que serviría para aplacar entusiasmos redentoristas de uno u otro signo. Es muy posible que los gobernantes estadounidenses descubrieran que imponer la democracia no siempre es posible, y es probable que, si los políticos de izquierda lo leyeran desapasionadamente, se acordaran de que el pacifismo fue uno de los pilares fundamentales de la II Guerra Mundial.

El caso es que por la puerta del redentorismo estadounidense, trufado de verdades a medias y mentiras económicas, la política exterior del señor Aznar nos ha llevado a un lugar insólito, puede que no cómodo, pero de una relevancia inusual. A España se le tiene en cuenta en los foros internacionales mucho más que antes. Nuestra posición en el seno de la Unión Europea puede que no se observe con simpatía por Francia y Alemania, pero es que Francia y Alemania siempre nos contemplaron como los parientes pobres, la parte africana de Europa, cuyos habitantes tenían que emigrar, pobrecillos.

La actual situación se ha logrado a través de una acción escandalosamente interesada y basada en informes escandalosamente falsos, eso es cierto. También lo es que la política exterior de cualquier país no se basa en los idearios de una ONG, sino en el fortalecimiento de los intereses propios. Cuando llega un español a la corte de los yanquis, y se le escucha y se le aplaude, no es sólo porque le haga la pelota a los norteamericanos. Hay decenas de países que les hacen la pelota y ellos no se inmutan. Estos resultados no se han logrado con jaculatorias, ni con nobles banderas éticas, sino con las maniobras egoístas de las que Francia y Alemania son maestras. Basta repasar su historia. Y la nuestra.

*Escritor y periodista