La visita a Sos del Rey Católico tiene siempre como referencia obligada la gran figura de Fernando II de Aragón, nacido en 1452 en esa villa, concretamente en el palacio de Sada. Pero, además, Sos ofrece otros muchos atractivos. Entre ellos, la posibilidad de admirar las pinturas murales góticas de la iglesia de San Esteban, durante siglos cubiertas de cal como preventiva lucha contra las epidemias del pasado, en especial la peste.

En su cripta o subterránea capilla, conocida como iglesia Baja o Santa María del Perdón, destaca como escena central una Coronación de la Virgen, siendo el propio Jesucristo quien impone a su madre el majestuoso atributo, irradiando mayor brillo si cabe a su nimbada cabeza. En los muros laterales de la capilla, en las jambas o en el intradós de los arcos se representa pictóricamente, entre otras muchas figuras de santos y escenas de la Biblia, la parábola de las diez vírgenes, las cinco necias que desperdiciaron sus dones frente a las cinco prudentes que sí supieron aprovecharlos. El ojo del visitante se maravilla a cada paso, tal es el arte, la técnica e inspiración con que aquellos anónimos pintores del siglo XIII supieron plasmar con plasticidad y belleza, y con los brillantes colores de una policromada sinfonía que en San Esteban exhibe un muy satisfactorio grado de conservación, la decoración de este extraordinario templo. En cuya nave principal nos sorprenderemos con murales como el de un Pantocrátor con su mano derecha dibujando el signo de la bendición ecuménica, mientras que la izquierda sostiene una bola del mundo, prueba de que la Iglesia había asimilado la teoría de la redondez de la tierra. Pero será el Cristo del Perdón, románico puro, con sus cuatro clavos y un semblante apacible, como en aceptación del martirio de la cruz, la prodigiosa talla que definitivamente nos convenza de hallarnos ante un patrimonio de honda raíz histórica e incalculable valor.

Maravillas como las de Sos del Rey Católico, o esa larga, simbólica y parcialmente aún pendiente reivindicación de los bienes de Sijena y parroquias del Aragón oriental deberían invitarnos a conocer mejor nuestro patrimonio artístico. Visitarlo, estudiarlo y contribuir a su conservación y difusión será la mejor manera de profundizar en nuestra historia como uno de los pueblos fundadores de lo que hoy llamamos Europa.