En su infinita bondad, Pedro Sánchez ha intentado por todos los medios domar a la bestia de Esquerra Republicana, amansarla, al menos, ya que humanizarla, civilizarla, resulte imposible, al no figurar en su naturaleza otra convivencia que la estrictamente salvaje.

El evangélico Sánchez, con inocente esperanza, ha alimentado con sus propias manos a esta especie montaraz, incluso le ha preparado con todo mimo un pesebre propio junto a las cuadras de su partido. Día a día, el presidente se ha venido interesando por la salud física de Junqueras (la mental tiene difícil recuperación), por las cuentas de Pere Aragonés, incluso ha asistido a los shows del clown Rufián y le ha reído las gracias, poniendo a su disposición las cámaras de Prado del Rey para ayudarles a crecer en imagen y hacer creer al resto de los españoles que los militantes de ERC son tan histriónicos y simplones como su portavoz en el Congreso de los Diputados, un puñado de locos inofensivos, de iluminados utópicos manejados por el malvado Puigdemont y los fenicios del 3 %.

Con esta ilusa operación de imagen se ha pretendido presentar a ERC como «un partido de Estado», capaz de votar unos presupuestos, de plantar responsablemente cara a una crisis, a una pandemia… de hacer, en suma, las cabriolas que el amo de Moncloa le pedía cada vez que daba de comer en su pesebre… ¿a la mascota o a la bestia?

Porque, ¿qué resultados ha obtenido dicha estrategia? Moncloa se las prometía muy felices, dando por hecho que gracias a sus cuidados y concesiones Salvador Illa sería llamado a formar parte del Ejecutivo catalán con estos mismos compañeros de Esquerra, pero lo primero que Aragonés y Junqueras han hecho ha sido firmar un documento vetando al PSOE. Da lo mismo que Illa haya ganado, porque no lo quieren. La bestia de Esquerra y sus primarios dirigentes prefieren, sin renunciar al pesebre de Moncloa, emporcar su ideología de izquierdas apareándose con la corrupta burguesía de Puigdemont, a cambio de seguir amenazando al Estado, al Gobierno y al resto de los españoles con la proclamación de su republiqueta. Sánchez les ha dado margen, confianza, votos; Junqueras le muerde la mano y Aragonés le tira un bocado a la femoral.