Cada otoño, año tras año y gobierne quien gobierne, llega a Aragón desde Madrid esa especie de carta de los Reyes Magos que son los Presupuestos Generales del Estado, que dibuja las esperanzas inversoras de nuestra comunidad para el año siguiente, y que nos suelen recordar que en Aragón somos pocos y nuestro peso específico sigue siendo mediocre.

Y junto a este debate, aparece el concepto, ambiguo y elástico como pocos, de "estar por encima o por debajo" de la media inversora respecto al resto de comunidades autónomas. Este año, si las cuentas no me fallan, y pese al aumento de la inversión, Aragón se sitúa en el puesto 13° de 17 en cuanto al porcentaje del incremento inversor, un dato que llama más a la preocupación que al optimismo e ilusión que algunos pregonan estos días.

Basta echar un vistazo general para comprobar que el reparto presupuestario no puede dejarnos satisfechos. El desdoblamiento de la N-232 tiene por fin partidas inversoras, sí, pero hace ya muchos años que debieron haber llegado, y aparecen justo en año electoral. Curioso. Y mientras la Travesía Central Pirenaica (TCP) y el Canfranc obtienen partidas ridículas, el Gobierno vuelve a premiar a Cataluña otorgando al Corredor Mediterráneo una inversión de 355 millones de euros en 2015.

En mi opinión, y tal y como ha defendido el PAR históricamente, Aragón no puede aspirar a estar por debajo o ni siquiera en la media. Sería una traición contra nuestra historia, contra nuestro pueblo, y contra la labor de nuestros antepasados desde que fuimos reino hasta nuestros días de nacionalidad histórica.

No debemos confundir estar en la media con la igualdad y la solidaridad de los aragoneses con el resto de territorios. No tiene nada que ver con eso. Las personas no somos iguales pero debemos tener los mismos derechos, y los territorios no son iguales, pero todos deberían tener el mismo nivel de inversión y desarrollo en función de su extensión, situación y orografía, no sólo atendiendo al número de habitantes/votantes. Es esta una vieja reivindicación aragonesa que, además, está claramente reflejada en nuestro estatuto de autonomía. Sin embargo, se sigue manifiestamente incumpliendo en los sucesivos presupuestos que el Estado redacta cada año.

Desde el PAR siempre hemos defendido las mayores cotas de autogobierno para Aragón sin cuestionar, por supuesto, la unidad de España, convencidos cada día más de que lo que deciden otros por nosotros casi siempre acaba relegándose al sueño de los justos, y convencidos también de la capacidad de los aragoneses para emprender las obras fundamentales que necesitamos. No somos independentistas ni utilizamos banderas excluyentes para conseguir más trozo de la tarta de la que no se quiere formar parte.

Desde otros territorios amenazan y ponen en cuestión el concepto de Estado, organizan consultas ilegales para mostrar al mundo que no quieren ser españoles, cuestionan la autoridad y legitimidad de nuestros poderes públicos... Pero luego, a escondidas y a media luz, intentan cerrar acuerdos y pactos económicos que beneficien sus intereses con el dinero de todos los españoles. Es decir, mientras claman por su independencia de España y abominan la pertenencia a nuestro país, consiguen --ellos sí-- estar por encima de la media y ser incluso los primeros de la fila, negocian entre bambalinas, y pactan su porcentaje y las migajas que nos quedamos los demás.

Para Aragón, estar por encima de la media también conlleva oponerse a estas debilidades o preferencias que el gobierno de España tiene con Cataluña y otros territorios más poblados, por mucho que siempre haya sido así. Aragón debe defender y salvaguardar su propia dignidad, y no tolerar determinados comportamientos que, de un modo u otro, nos condenan al vagón de cola. Mientras no seamos conscientes de esto, seguiremos siendo el dócil territorio que se conforma con estar en la media.

Vicepresidente y Portavoz del Comité Intercomarcal del PAR en Zaragoza