Pues nada, ya tenemos presidente. Pero hace tanto que lo excepcional es la norma, que ahora que se supone que entramos en la normalidad (un Gobierno legítimamente constituido. Sí, legítimamente) tendremos que buscar otro tema de conversación. Visto que hoy nos hemos levantado todos y España no se había roto, ni las aguas bajaban rojas de sangre, ni llovían ranas del cielo, ahora toca pedir a los políticos que se pongan a trabajar. A los de todos los bandos. Porque si los que gobiernan se entiende que lo tienen que hacer de serie, a los de la oposición cabe pedirles (no, exigirles) que no se pasen cuatro años anunciando el Apocalipsis. Porque a algunos ya nos duele la cabeza. Hagan oposición firme, oposición constructiva, la oposición que les de la gana, vaya. Pero no hagan una oposición apocalíptica, ni taladro, ni embustera. Manifiéstense en las calles si les place, están en su derecho, pero al Congreso hay que ir a trabajar. Vamos a olvidarnos del patetismo de Inés Arrimadas (quo vadis, Ciudadanos, esto va cada vez peor); de las salmodias de Pablo Casado (ya puede quitarse la barba, Albert Rivera se ha ido); y de los vivaspañas de Abascal (y mientras, Ortega Smith leyendo un libro, vivir para ver). Vamos a olvidarnos de los elementos de Bildu, de la de ERC diciendo que le importa un pimiento la gobernabilidad de España (¿y qué hace en el Parlamento español?). Vamos a olvidarnos de los nacionalistas Rufián y Aitor Esteban convertidos en estadistas. Vamos a olvidarnos de todo este barro y a arrancar el país, que falta le hace. Y, por cierto, vamos a olvidarnos de muchísimas cosas, pero no de todo: lo que le han hecho a Teruel Existe tiene un nombre, y encima es denunciable.

*Periodista