La pasada semana se votó en el Parlamento Europeo (PE) un informe (escrito por la diputada holandesa Judith Sargentini, del Grupo Verde, y apoyado por la Comisión Europea) en el que se recomienda al Consejo Europeo aplicar a Hungría el artículo 7 del Tratado (TUE). Más de dos tercios del Parlamento respaldaron el informe de Sargentini, muy duro con el Gobierno húngaro de Víktor Orbán. El artículo 7 permite a la UE abrir un proceso sancionador contra un Estado miembro por la violación sistemática de los valores europeos estipulados en el artículo 2 del TUE, que incluye la democracia, el Estado de derecho y el respeto de los derechos humanos. Sin embargo, en esta votación hay mucho más en juego que la democracia húngara (que también): está en juego el futuro de la UE.

La crisis política abierta en el 2008 sigue abierta. El colapso de Lehman Brothers (se cumplen exactamente 10 años) frenó en seco el periodo feliz de una globalización desregulada en el mundo occidental, dando lugar a que ciudadanos de diferentes países afectados por la crisis demandasen protección de las externalidades negativas producidas por el libre mercado. La seguridad y la protección que demandan quienes tratan de canalizar en su favor el descontento se divide en dos ideologías muy diferentes. La primera es de izquierdas, y culpa a los ricos de la creciente desigualdad y la precariedad del empleo, ya que han aprovechado el mercado libre para explotar a la clase trabajadora.

La segunda ideología crítica con la globalización desregulada es marcadamente de derechas y nacionalista, y culpa de todos los males fundamentalmente a la migración. Por eso hay que proteger a los ciudadanos de los otros, al representar una amenaza para la seguridad del país. Recientemente, la extrema derecha europea ha tratado de organizarse a nivel europeo con un emprendedor como Steve Bannon y su The Movement, una red paneuropea (o incluso transatlántica, si se incluye a Donald Trump) que supone una suerte de Internacional Nacionalista y tiene el objetivo de estimular un choque de civilizaciones.

EN SU DISCURSO en el PE antes de la votación, Orbán criticó el informe porque «insulta a Hungría y el honor de la nación húngara». Se situó así como el defensor de este país frente a la elitista UE, un marco que claramente le beneficia. La realidad es muy distinta, dado que los húngaros son los primeros perjudicados. Sin embargo, el Gobierno de Fidesz ha contado desde el 2010 con numerosos apoyos dentro de la UE, el más importante de los cuales es el PPE, el grupo político más numeroso en el PE. El apoyo del PPE a Orbán ha sido cuestionado por varios de sus diputados. Pero el líder del grupo parlamentario, el alemán Manfred Weber, se había situado en todo momento a favor de Orbán; hasta el miércoles.

Hay mucho de estrategia en la votación sobre Hungría, dado que se acercan las elecciones europeas de mayo del 2019. Tal y como apuntaba Cristina Ares, Weber está tratando de unir tras de sí a toda la derecha europea una vez que el Partido Conservador británico y el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) salgan del PE tras el brexit. Weber serviría de mediador entre el ala moderada del PPE (representada por Angela Merkel) y el ala radical antiinmigración (representada por Orbán), que apoyaría a Weber incluso a pesar de su voto en el PE, ya que, por ahora, Fidesz continuará siendo miembro del grupo parlamentario.

El voto de Weber contra el Gobierno húngaro puede entenderse como una forma de cabalgar en las contradicciones del PPE. Hoy ha contentado al ala moderada del partido; mañana le hará algún guiño al ala radical. El objetivo es mantener intacta la coalición de ambas cara a las elecciones. De conseguirlo, Weber sería el favorito a suceder a Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea.

La UE ha ganado esta batalla contra la Internacional Nacionalista, pero ni mucho menos la guerra. A pesar de su derrota en el PE, el mero hecho de que sea la alternativa paneuropea más visible al statu quo es ya una victoria para ellos. ¿Dónde está la izquierda europea en este contexto? Fragmentada por el soberanismo. Ni está, ni se espera la creación de una Internacional Socialista moderna. Y sin una izquierda europea (y/o global) unida y federalista que politice de otra forma el debate europeo, con un proyecto que sirva de verdadera alternativa tanto al statu quo como a la Internacional Nacionalista, habrá que elegir entre una UE de derechas y otra de extrema derecha. O un punto medio entre las dos: Weber.

*Investigador en Comunicación Política en la Université Libre de Bruxelles (ULB).