No sé en otros países, pero en España la existencia de bloques ideológicos a izquierda y derecha es algo evidente... pese a la relatividad propia de estos tiempos tan líquidos y vertiginosos. Lo cierto es que, entre nosotros, en ambas alas de lo que llamamos espectro ideológico existen diferentes packs o factores programáticos perfectamente identificables. De ahí que cuando los llamados nuevos partidos mostraron actitudes transversales o pretendieron darle una vuelta al vocabulario tradicional nadie se los creyese.

Podemos hablaba de arriba y abajo... pero enseguida la demoscopia advirtió de que todo el mundo les colocaba a la izquierda (del PSOE, claro). Ciudadanos se disfrazó durante un breve tiempo de socialdemócrata... pero casi nadie les creyó y ellos mismos se rebautizaron como estupendos liberales.

Según los estereotipos al uso, las derechas promueven una visión de la sociedad y de los individuos acordes con los preceptos de la Iglesia católica, el respeto a los intereses empresariales, la desregulación económica, la privatización del sector público, la prioridad del orden sobre la libertad, la adjudicación a la mujer de un papel más tradicional y la hegemonía del concepto creación de riqueza sobre cualquier otro, medio ambiente incluido.

Las izquierdas son laicas, sociales, ecologistas, feministas, solidarias por encima de las razas y las nacionalidades, ponen la libertad por encima del orden, defienden el sector público y los intereses de las clases medias y medias-bajas.

Pero la transversalidad ha llegado, definitiva aunque no totalmente. Ciudadanos promueve la prohibición de prospecciones petrolíferas en el mar, Chueca votó PP. Existen izquierdistas de marcadas tendencias autoritarias, y otros que cuestionan unas administraciones públicas ineficaces o muy afectadas por prácticas corruptas. Y lo que acaba por confundirlo todo es la cuestión nacional. En su más amplia acepción. Ahí se ha generado una especie de pista de patinaje... donde es fácil resbalar y caerse. Ojo con eso.