Los diplomáticos saben que es más importante lo mucho que se calla que lo poco que se diga. Kissinger y Chu-En-Lai no se entendieron en el fondo, pero elaboraron el célebre Comunicado de Shangai afirmando que tanto los chinos continentales como los de Taiwan consideraban que solo existía una China y que las diferencias entre ellos exigían la aplicación de métodos pacíficos. La declaración ocultaba un desacuerdo básico, pero ha resistido el paso del tiempo precisamente porque apenas decía algo pero lo decía positivamente.

El inolvidable Foxá, poeta y autor teatral y además diplomático de carrera, asistiendo a una cena en Cuba debió soportar las ácidas críticas a la "Madre Patria" que se empeñó en dirigirle un multipropietario de ingenios de azúcar y hombre fuerte en los círculos privados de Batista, el dictador cubano que precedió al actual. Como Foxá callaba, aquel lenguaraz se envalentonó reprochando al calmoso diplomático que no tuviera palabras para defender a España, y según me contó un colega de Foxá éste miró al caballero y le dijo casi recitando lo siguiente: "Para ofender a mi España hace falta más ingenio y el suyo sólo es de caña". Era una forma de llamarle tonto, diplomáticamente, claro.

He conocido a un buen puñado de diplomáticos dentro y fuera de España, y estoy muy lejos de suponer que sean personas ociosas o pretenciosas. Les he visto ejercer tareas ajenas a las propias como buenos servidores del Estado que ennoblecen el trabajo con su savoir faire y asumen otros deberes, a veces abnegados, como ese de ofrecer excusas por actos u omisiones de los políticos de turno que yerran y luego emplean a otros para que se disculpen.

De eso hay ejemplos múltiples, pero hoy me quiero referir a uno que ciertamente nos afecta a todos. Empezó a ocurrir el año pasado en el Día de las Fuerzas Armadas y de momento termina ahora, al tiempo de celebrarse la misma ceremonia castrense correspondiente al presente ejercicio, como dicen los contables.

Resulta que el año pasado participó en el desfile alguna unidad militar de USA por invitación española y que al pasar ante la tribuna la bandera de las barras y estrellas, el secretario general del PSOE y ahora además presidente del Gobierno de España, permaneció sentado mientras que el resto se levantaba en señal, cuanto menos, de respeto. ¿Quién la habría enseñado esos modales? Naturalmente nadie con la frente un poco despejada. Y naturalmente también, este año el embajador de los EEUU no fue al desfile sin necesidad de explicar los motivos. ¿Continuará ZP usando como presidente los hábitos adquiridos como secretario general del PSOE?. También podríamos preguntarnos todos cómo nos hubiera parecido que el embajador de USA hubiese asistido este año al desfile permaneciendo sentado en la tribuna al paso de nuestra bandera.

Ahora se habla algo del desplante que dicen que ha hecho Bush, ese desconocido que va a ser presidente de la nación más poderosa de la tierra por otros cuatro años. Como no cuentan con tanto experto ibérico que les habrían podido orientar, los norteamericanos estaban desinformados y no supieron a quien elegían. El desplante dicen unos que se lo ha hecho Bush a ZP y por extensión a sus atinados asesores; otros, algo menos ponderados, entienden que no, que el gesto fue contra España entera pero de ser así no se explicaría que Bush haya invitado a los Reyes a una comida en su rancho tejano, que debe estar muy bien. Lo de recibir a Aznar, que ahora es simplemente un ciudadano español "sin mando en plaza", puede explicarse por la amistad que se tengan él y Bush e incluso cabe que sea un premio a los enormes esfuerzos que está haciendo nuestro expresidente para hablar un inglés que desde luego, entendemos casi todos los españoles porque nos recuerda bastante al castellano.

Recientemente se ha dicho desde medios oficiales que el Gobierno va a procurar que se fomente el papel exterior de nuestros Reyes. Sería un acierto porque a ellos es seguro que no se les ocurriría eso de quedarse sentados al paso de la bandera de un país amigo o sólo conocido. No obstante, tampoco sería mala idea impartir unas clases de diplomacia elemental a aquellos políticos que acrediten ignorarla; eso o una multa por infracción como a los malos conductores, pero es más didáctico lo del cursillo.

En fin, siempre hay más de una manera de decir las cosas sin faltar a la cortesía, como probó Churchill cuando tuvo que escribir a Mussolini y le aseguraba que "nunca había sido enemigo de la grandeza italiana y que en el fondo, tampoco se sentía enemigo del hombre que dictaba su ley a Italia".