Agitador sin fronteras. Así es Donald Trump. Una amenaza global continuada. El último paso del mandatario en la aplicación de su programa proteccionista sumerge a la economía global en un mar de incógnitas. Al elevar 15 puntos los aranceles de productos importados de China -del 10% al 25%-, el comercio internacional se adentra por un sendero desconocido con final incierto, que en Europa afecta de momento al comportamiento a la baja de las bolsas de referencia. Mientras la Casa Blanca justifica con la buena marcha de la economía estadounidense la penalización de una parte de las compras en China -200.000 millones de dólares- para resguardar el dinamismo de la industria y los servicios propios, el propósito de Pekín de responder con idéntica moneda amenaza con dañar las exportaciones a China de los agricultores y de las empresas de EEUU.

En un ámbito más cercano, la preocupación de las empresas españolas en Cuba, tras la activación del título III de la ley Helms-Burton, está plenamente justificada. Esta norma, que permite a los ciudadanos estadounidenses demandar a las empresas extranjeras que se benefician de propiedades confiscadas por la Revolución cubana desde 1959, ha abierto la caja de los truenos. Suspendida desde 1996 por Clinton, no sorprende que haya sido Trump quien haya decidido su puesta en marcha. A diferencia de sus antecesores en el cargo, al actual presidente de EEUU no parece importarle las consecuencias diplomáticas que comporta una medida de este calibre. En su obsesión por asfixiar a Cuba, como ocurre con otros frentes (Irán, la ya nombrada China...), Trump ignora los efectos de sus irresponsables actos. En el caso cubano, las compañías españolas son las más expuestas a una guerra judicial. España es uno de los principales inversores en Cuba, sobre todo en hoteles, pero también podrían verse afectados otros sectores, como la banca y las aerolíneas. Ni el Gobierno español ni la UE se quedarán de brazos cruzados ante una eventual lluvia de demandas contra sus compañías, y tienen previstos mecanismos como el estatuto de bloqueo para contrarrestarlas. Sin embargo, y aunque se cuestiona la jurisdicción de los tribunales estadounidenses en este asunto, la batalla judicial se prevé larga y nada conveniente para los inversores. Por ello, es imprescindible que desde el primer minuto la respuesta europea sea de firmeza y unidad.