Una cuerda, tirando de la cual aparecen dos planchas de corcho, un melón, dos maristas y dos pianos de cola con sendos burros podridos encima. Tira que te va. Dentro de lo malo, ni al más irreverente Buñuel se le pasó por la cabeza una manifa de monseñores, tiara y báculo en ristre, por la calle de Alcalá, con la sotana almidoná y la LOCE apoyá en la cadera.

España y yo somos así, señora. Y la Conferencia Episcopal, ni le digo. Sus Eminencias tiran por la calle de en medio y convocan a la movilización cual sindicalistas asilvestrados, porque ZP (angelico mío) se ha lanzado (pásmese usted) al fundamentalismo laicista. Nada menos, oiga. Mira que quitar la catequesis obligatoria y dejar que se casen los maricones... como para echarse al monte, oiga. Y, encima, hay fundamentalistas laicistas que se preguntan por qué demonios (con perdón, ya sé que no hay que mentar la soga en casa del ahorcado) tengo yo que pagar con mis impuestos su negocio y sus colegios. Vamos, más razón que un santo, y nunca mejor dicho. La más reciente encuesta entre la abundante nómina de beatos y santos daba un 95 por ciento a favor de Pilar del Castillo.

Mi vecino dice que, según la Constitución, España es un estado aconfesional. Pero, como diría Rajoy, hombre, sí, aconfesional, ahí lo pone, pero tampoco hay que tomarlo al pie de la letra.

Y, como dijo aquella señora en los tiempos confusos de la transición: democracia, la que quieran, pero al Cielo seguiremos yendo los de siempre.

*Periodista