"Un Dry Martini", por favor" solicita el decano de la columna diaria española nada más llegar a "El Pimpi" de Málaga. "Es para aclarar la voz", nos comenta mientras saca un cigarrillo, que comienza a fumar con la elegancia de un dandy. Una escena a lo Don Draper en Mad Men, cambiando el decorado andaluz por algún bar "moderno" norteamericano de los años cincuenta. Eran las tres de la tarde del pasado 9 de enero. En un par de horas, se homenajearía a don Manuel Alcántara dentro del congreso sobre "Columnismo de opinión", y este octogenario columnista quería, como los buenos solistas, templar la voz.

David Gistau, Antonio Lucas, Javier Caraballo, Fermín Galindo, Antón Losada, Agustín Rivera, Juan Soto Ivars, Manuel Jabois, Teodoro León Gross y yo misma escuchábamos atentos al maestro y tratábamos de seguirle el ritmo entre vinos y cervezas. Sólo Juan López Cohard, otro columnista con solera y "con sombrero", fiel amigo del malagueño, pudo seguirle con la ginebra esa mediodía. Creo que Javier Caraballo también se apuntó al trago, pero este dato habría que confirmarlo.

Ojipláticos, encandilados y pendientes escuchábamos a don Manuel que, mientras se calentaba la voz para el concierto homenaje, ya alcanzaba algunos tonos de altura. Será porque es poeta, además de columnista, que la música no le abandona. Nos habló del tiempo como materia prima de la vida y de su obra, de su desgaste, de los usos y las formas de otra época. Contó historias y nos recreó figuras como la del motorista que llegaba diariamente a la redacción en tiempos de la Dictadura. Recogía la columna de Alcántara, se la llevaba a los señores censores y la devolvía al rato con el pertinente sello aprobatorio. Más tarde, ya en el congreso, Gistau nos dio cuenta de otro motorista fundamental en el periodismo de Alcántara. Aquel que le recogía cuando terminaba algún combate de boxeo y lo llevaba con rapidez a la redacción del Marca para que escribiera la crónica poco antes del cierre de la edición. Alcántara encontró en esta comida el timbre de voz adecuado y conquistó a este auditorio para el resto de los días y de las noches. Cuando le tocó el turno en el congreso, a eso de las seis y media, ya se le notaba temple del tenor cuando citaba a Marcel Proust; cuando hablaba de Gerardo Diego, de Pablo Neruda, de Paco Umbral o de Chaves Nogales, de quien comentó: "Hace falta tener talento para que en España te quieran fusilar los dos bandos". Este hombre que ha pasado horas frente al mar disfrutando de "lo bien que aparcan las gaviotas" nos admiró de nuevo con su inteligencia, ironía y calidez. Dijo: "Siempre me he ganado el pan y la ginebra haciendo cosas que me gustan".