Los españoles estamos llamados a ir hoy a las urnas para decidir quién nos gobernará los próximos cuatro años. Es la novena vez que lo hacemos desde el fin de la dictadura. Pero nunca lo habíamos hecho en las actuales condiciones: cuatro días después del peor atentado de la historia de este país.

Las movilizaciones del viernes, un éxito sin precedentes en participación popular y en adhesión a la antiviolencia, reflejaron una tensión multitudinaria sobre otros aspectos nada secundarios. La incredulidad de una parte muy amplia de la opinión pública ante la versión oficial de la posible autoría del atentado se expresó en la calle.

La opinión pública, muy recelosa por el uso partidista del terrorismo por parte del aznarismo en la campaña, ha encajado mal --en clave de política interna, en clave de desconfianza hacia el Gobierno-- todo lo sucedido en los últimos días. La endeblez de la rápida atribución del crimen a ETA, cuando ETA ha desmentido la autoría y no hay pruebas de su implicación, y cuando Al Qaeda sí lo asumió, ha enrarecido y crispado el ambiente.

Cuando anoche el ministro Acebes anunció las primeras detenciones de marroquís e indios y confirmó --aún sin decirlo-- que todo apuntaba a Al Qaeda, ya no logró quebrar los recelos de quienes sospechaban una dosificación del reconocimiento de la autoría islamista por razones partidistas del Partido Popular. Porque cuando explicó eso, este país ya sabía que en el resto del mundo se adoptaron hace dos días las medidas de seguridad correspondientes a la convicción de que en Madrid actuó Al Qaeda y no ETA. Luego, la nueva reivindicación de los islamistas a través de un vídeo, ya no sorprendió a nadie.

En este contexto nos llega el momento de votar, de expresar en las urnas, entre otras cosas, la satisfacción o la queja ante la tarea gubernamental del PP. La culpabilidad de Al Qaeda, que intentó justificar su injustificable locura como una respuesta a la política del PP en la crisis de Irak, no ha tenido en las últimas horas respuesta --ni siquiera descalificativa-- por parte del Gobierno pese a la centralidad del tema de la guerra en el atentado.

De este modo, al final el terrorismo parece haber atendido la llamada de quienes querían cruzarlo con la campaña electoral. El atentado, el dolor, los recelos de estos días, la reivindicación de Al Qaeda y el recuerdo de la guerra de Irak acompañarán a la gente en el momento de votar.

A una gente a la que se le debe recordar, también hoy, que en democracia los problemas políticos se tienen que resolver en las urnas, y que abstenerse, quedarse en casa, es apostar a favor de que los problemas se enquisten y perduren.