Pasó la infancia en una chabola en su Cádiz natal. Pudo formarse y se abrió camino en la vida. Sin embargo, con 42 años se quedó en el paro. Y tuvo miedo. Tanto, que cayó en una depresión. Pero algo se encendió en su interior y, antes de dejarse arrastrar, apostó por montar su propio negocio. Esta historia, que tiene final feliz y que sucedió hace ya tiempo, pertenece a Carmen Yorno. Una mujer que hoy es la directora general de la prestigiosa empresa zaragozana CYO Proyectos y que esta semana explicaba sus abruptos orígenes mientras se codeaba, en el Foro Europeo de Industria y Emprendimiento, con los responsables de Airbus, OHL, Siemens, Brembo o GM. Yorno, que en sus alocuciones cita a Shakespeare o a Einstein, habló en el encuentro organizado por el IAF y por la Comisión Europea de la difícil tesitura en la que dio el paso. Para disimular su género, llegó a firmar documentos con el nombre de "Carlos". Afortunadamente, eso ya no ocurre. Pero emprender sigue resultando muy complicado, aunque los problemas sean otros. A la precaria situación económica se unen una desesperante e improductiva burocratización, y un espíritu que en España queda muy por debajo de sociedades como la china o la estadounidense. Como se puso de manifiesto en el encuentro de Zaragoza, los gobiernos se han conjurado para dar la vuelta a la tortilla. Bienvenido sea el gesto. Aunque sea porque, lejos de constituir una moda, los emprendedores existen desde siempre. Y desde siempre llevan tirando del carro. Periodista