El ensayo de una vacuna experimental contra la malaria dirigido, con un éxito inicial, por un profesor del Hospital Clínico de Barcelona, Pedro Alonso, ha roto la tradicional creencia de que nadie va a ocuparse de las enfermedades que afectan a países sin poder económico para costear su tratamiento. Ese es el caso no sólo de la malaria, que mata cada año a unos dos millones de personas, sino también del sida en Africa y de la tuberculosis.

En esta ocasión, se ha explorado la vía de la ayuda filantrópica, una de las posibles, y la fundación multimillonaria de Bill Gates ha respondido. También el Gobierno español ha participado desde el principio, facilitando la estructura sobre la que los investigadores han podido realizar sus trabajos.

Cabe plantear cómo deben financiarse avances médicos beneficiosos para una gran mayoría de la población mundial, pero sin rentabilidad clara para la industria farmacéutica. Los mecenas pueden ser una ayuda.

Pero es de esperar que, bajo el impulso de la Organización Mundial de la Salud, los gobiernos del Primer Mundo sean solidarios y rompan el círculo de la pobreza y la enfermedad.