Invadir Irak fue un error descomunal; un yerro político y militar llevado a cabo por la Administración norteamericana más ineficaz, derechista, tramposa y estúpida de los últimos decenios. Bush Jr. ha hecho bueno a Nixon y ha convertido a Reagan en un genio de la geoestrategia. Ahora nos enfrentamos a un problema mil veces más serio y de implicaciones mucho más dramáticas que el existente hace año y medio, cuando toda esta locura se puso en marcha.

Es un error absoluto. El Error . Cómo es posible que España haya acabado metida en él de hoz y coz es otro de los factores demenciales de la situación. En la Casa Blanca se dejaron llevar por la prepotencia, el militarismo y la ignorancia. En la Moncloa, Aznar y los suyos siguieron la estela del Gobierno norteamericano impulsados por la irreflexión, la más increíble frivolidad y el ridículo deseo de pasar a la Historia (así, por las buenas, nos convertimos en el eslabón débil , el más vulnerable, de la famosa Coalición encargada de liberar Irak).

Es un hecho que la invasión de Irak se justificó mediante mentiras, como ya se ha demostrado hasta la saciedad. Pero se hizo además a partir de evaluaciones falsas: que el pueblo recibiría con los brazos abiertos a los atacantes, que sería relativamente fácil organizar una estructura civil y policial iraquí colaboracionista , que el proceso de democratización podría realizarse en unos plazos ajustados y que el petróleo estaría fluyendo en unos cuantos meses, ¡que la estabilización de la zona permitiría resolver el conflicto palestino-israelí! No ha sido así, claro. Los análisis de los servicios de inteligencia estadounidenses tal vez sirvieran en algún momento para apoyar las mentiras de su Gobierno, pero han resultado muy poco realistas. Y no sólo antes de la guerra, sino posteriormente. Por ejemplo, resulta evidente que la inteligencia norteamericana ha subvalorado estos días la capacidad de movilización y lucha del dirigente radical chiita El Sadr (o El Sader, según otras transcripciones) y de su facción armada, la milicia del Mehdi (o del Mahdi ). También es obvio que el propio equipo de Bush ha creído hasta hace un par de días que era posible tomarse a broma la actual situación de Irak.

En el terreno militar, el desfase entre las intenciones del Pentágono y la realidad de las intervenciones en guerras locales o regionales se produce porque Estados Unidos posee una abrumadora superioridad estratégica que no puede trasladar al terreno táctico. Una cosa es disponer de bombarderos invisibles, misiles guiados, satélites y unidades dotadas de una descomunal potencia de fuego, y otra muy distinta ocupar el terreno (sobre todo cuando el terreno es urbano) y mantener el control en combates callejeros o frente a emboscadas. ¿Qué pueden hacer los norteamericanos hoy en Bagdad, Faluja o Nayaf? ¿Bombardear barrios y ciudades hasta acabar con todos? Por otra parte, es obvio que así no se combate al terrorismo fundamentalista, sino todo lo contrario.

¿Y qué pinta España en esto? Bueno, Aznar se metió en la aventura con una inconsciencia y una alegría inauditas. Las risas de los diputados del PP en el Congreso cuando abucheaban las intervenciones de Zapatero, Llamazares o Labordeta contra la guerra no reflejan tanto la maldad de sus autores como su profunda ignorancia y su incompetencia política. ¿No eran conscientes de los riesgos a los que iba a quedar sometido nuestro país? Hoy, existe una corriente de opinión consoladora según la cual el terrorismo islamista hubiese golpeado en España aunque no hubiera existido la reunión de las Azores. Pero eso tampoco es exactamente cierto. Existía un problema potencial y se hizo todo lo necesario, y más aún, para desencadenarlo. Se jugó con el peligro sin hacer nada para prevenirlo. Ni nuestros servicios de inteligencia ni nuestra Policía disponen de personal y medios para afrontar la nueva amenaza terrorista. Hemos vivido situaciones inexplicables: en Irak, donde el agente residente del CNI y todos los integrantes de la célula sobre el terreno fueron asesinados en dos tacadas (¡y no hubo ceses ni dimisiones ni nada!); o en España, donde los comandos durmientes de Al Qaeda compraban tranquilamente y al por mayor goma 2 y detonadores fabricados por Explosivos Alaveses, sin que nadie reparase en ello.

Demasiados errores, demasiadas mentiras, demasiada muerte. Es difícil imaginar qué puede hacer el Gobierno norteamericano para arreglar el desastre (¿intensificar la guerra?, ¿iraquizarla?, ¿maquillarla a través de la ONU? Pero el nuevo Ejecutivo español lo debería tener claro: hay que salir de allí... y rápido. Si Aznar y Rajoy quieren seguir la lucha, que se enrolen de mercenarios.