En política, muchas veces lo más grave no es el error que cometes, sino lo que haces después para disimularlo. En una discusión, debes tomar la mejor versión del argumento contrario, aunque tendemos a escoger la posición más extrema y aplicar una sinécdoque. En medicina, todos sabemos que más vale prevenir que curar.

En el relato de la pandemia se ha exagerado la importancia del 8-M. Fue una imprudencia: se infravaloraron los riesgos. Se permitieron muchas otras reuniones multitudinarias ese fin de semana. El 8-M tiene una relevancia mayor porque el Gobierno apoyó esa convocatoria y esa decisión retrasó medidas. Se puede pensar que la concentración fue un error y saber que la gravedad de la enfermedad en España no se debe a la manifestación. Es compatible apoyar la causa feminista y pensar que habría sido mejor suspender los actos multitudinarios ese fin de semana. Señalar que Vox celebró un mitin ese día desautoriza sus críticas, pero mostrar que también fueron imprudentes es un argumento débil. Uno espera más del Gobierno que de una congregación de conspiranoia castiza.

La polémica en torno a la manifestación es aprovechada por los rivales del Gobierno y por los adversarios del feminismo. Algunos de quienes pedían la suspensión entonces y critican la celebración ahora actuaban por razones espurias. Pero no todos, y en el Gobierno y entre sus simpatizantes hay gente que sospecha que fue un error. Además, el riesgo principal lo corrían quienes asistieron porque creían en una causa justa. Y genera cierta incomodidad que el presidente del Gobierno convierta las críticas a su gestión en un ataque a la lucha por la igualdad: recuerda a los demagogos que presentan el cuestionamiento de sus políticas como un ataque a la nación.

Otros países han cometido errores similares, hay muchos aspectos más decisivos, la tragedia es tan grande que parece absurdo centrarse en ese episodio. Quizá habría sido más sencillo reconocer el fallo. Se habrían podido combatir más fácilmente las exageraciones y tergiversaciones. La oposición insiste y se emprenden acciones legales que producirán carnaza mediática y enconamiento sectario. El recurso a la vía judicial facilitará eludir responsabilidades políticas. Pero el Gobierno también contribuye a esa sobredimensión. El ministro del Interior destituyó de forma irregular a un comandante de la Guardia Civil que cumplió con su deber en una investigación sobre el asunto. Para ocultarlo, el ministro rompió la obligación de decir la verdad en sede parlamentaria. No reconocer un error en su momento puede contribuir a magnificarlo. H @gascondaniel