En Lope de Vega, como en Cervantes, confluyen todas las riquezas y lacras del Siglo de oro. Ambos son conscientes del poder imperial que les ha tocado vivir, del esplendor de su corte y su teatro, pero también de los abusos del poder, del avance de la corrupción y de las desigualdades entre los grandes cortesanos y un pueblo llano atento sólo a su contento y honra...

Precisamemte sobre este concepto tan hispano, el honor, va la tragedia de Lope El castigo sin venganza, magistral pieza que la Compañía Nacional de Teatro Clásico ha interpretado este pasado fin de semana, soberbiamente y con gran éxito, en el Teatro Principal de Zaragoza.

El castigo sin venganza está ambientada en el siglo XVI en Ferrara, cuyo viudo duque acaba de contraer segundas nupcias con una bella y joven aristócrata. Demasiado joven, quizá... En esa diferencia de edad traducida en contrapoder generacional intentará Lope erguir la fuerza de la juventud y del amor frente a las convenciones patriarcales en el gobierno de la nación y de la casa.

Habrá castigo, al final, en la tragedia, y habrá venganza, porque el duque, para salvar su honor, mancillado por el adulterio de su esposa, no vacilará en recurrir a la fuerza. Lo hará despóticamente, sí, pero no sin antes recurrir a un doloroso proceso interior en el cual su agonía (pues sigue enamorado de su mujer), y su humanidad, (pues una parte de él se inclina a perdonar al adúltero), sufrirá como abriéndose de carnes. Pero con el hacha del verdugo, filo cortante de toda rebeldía, seguro y policía del trono, caerá el telón.

Yo no sé si en esta España nuestra de patriarcados y rebeldías, canónicos y heterodoxos, cortesanos e insurrectos siguen tan vigentes aún esos conceptos en apariencia superados, pero aún visibles en la realidad, del honor y la honra.

Puede que en amplias capas de la sociedad, sí. Puede que en el mundo rural, más. Puede que en las sociedades más educadas, menos. Puede que en el entorno de los conservadurismos y nacionalismos extremos, incluido el español, más. En la iglesia, seguro. En la empresa, seguro. En el deporte, seguro. En la familia, así, así... ¿Y en la raíz, sigue siendo el ser español singular y masculino?