Son cosas de la modernidad. Más beneficio, menos esfuerzo, menos problemas, más control, la fábrica a otro país. Un camino axiomático de los próceres de la economía privada mundial que han encontrado en la pobreza del mundo, en la falta de cultura sindical y política, en el hambre y en las aspiraciones de muchas personas a formar parte del mundo rico televisado, un nuevo mercado de explotación. En el fondo, nada nuevo. Pero son nuevas formas de mentiras y nuevas excusas para trasladar las fábricas y la producción allá donde menos se paga, menos se da y menos te exigen. Ahora la nueva tierra de promisión del patrón multimillonario es el este europeo. Su suma al Magreb y a Asia bajo la bandera de la inversión. Que se lo digan a Moulinex y a las que irán cayendo. Lo llaman deslocalización y lo único que podemos hacer es entender que quienes van a recibir las fábricas que se irán de aquí son nuestros hermanos y que debemos enseñarles a exigir sus derechos, sus salarios, y sus sindicatos para pelear en las mismas condiciones, porque quienes hoy les llevan sus nuevos empleos piden un alto precio que siempre hay que pagar. También eso es la globalización capitalista. *Periodista