La Navidad tiene un gran poder para desviar nuestra atención de lo más prosaico y, por unos días, nos anima a pensar en quienes tenemos cerca: esas personas que pasan cotidianamente a nuestro lado sin que apenas les hagamos caso; esos compañeros sobre los que resbalan las miradas, pendientes de aspiraciones que nos hurtan cada día un poco de humanidad.

En muchas empresas y por parte de muchos directivos se olvida que ese frívolamente denominado capital humano es algo más que un factor económico, piezas del engranaje reemplazables con facilidad. A la vez, también existen muchos empleados que hacen gala de no apreciar la mano que les da de comer, convencidos de que la empresa nunca podrá ocupar un rinconcito en su corazón. Quizá sea un tanto ingenuo pensar que una sola reunión navideña, a menudo sometida al irreductible marco jerárquico, pueda aproximar tan irreconciliables posiciones. Conscientes de ello, han surgido algunas iniciativas como la Fundación Máshumano, creada por Gloria Juste en 2002, orientada a fomentar la implantación de modelos de trabajo y buenas prácticas por parte de entidades y empresas que apuesten por las personas como el principal activo de cada organización. Sin duda, en esta Fundación confían en que tal apuesta es ganadora y ha de traducirse en mayor competitividad y beneficios empresariales. Y, sin duda, tal apuesta implica un profundo cambio estructural que nunca es fácil de llevar adelante, acostumbrados como estamos a un orden imperante de las cosas, que tiende a disolver lo humano y personal en favor de logros e intereses de tan poco valor como alto precio. ¿Creemos de verdad en las personas? Pues ya va siendo hora de demostrarlo. En la empresa. En la calle. En casa. Y no solo en Navidad. H *Escritora