Con el verano, los municipios aragoneses se llenan de fiestas. Y desde que estalló la crisis, los presupuestos para festejos se han convertido en un quebradero de cabeza para comisiones y ayuntamientos. Para cuadrar las cuentas se ha echado mano de imaginación (o de actos de otros tiempos) y de tijera. Y a juzgar por el resultado del chequeo realizado por EL PERIÓDICO, las partidas destinadas a este menester siguen congeladas. Porque solo en las capitales de provincia y municipios grandes se interpreta el capítulo de fiestas como una inversión por lo que genera en comercios y hostelería. Como valor seguro se mantienen las jotas, las vaquillas y en cuanto a música se buscan artistas con menos caché. Tal ha sido el tijeretazo que algunos músicos han rebajado hasta un 40% su precio para no perder bolos este verano.