Aun a riesgo de afrontar más desgaste del que le podría corresponder, la consejera de Educación y Cultura, Eva Almunia, reconoció el jueves en las Cortes de Aragón que el teatro Fleta no podrá ser la maravilla operística que alguien pretendió que fuera y empeñó en tal cometido veinticuatro millones de euros. Sobre plano, el arquitecto encargado de la obra dibujó un espejismo que el subsuelo del terreno se ha encargado de borrar, porque no hay suficiente superficie para hacer los escenarios que hacen falta, habilitar el foso de la orquesta y poner las butacas que harían falta para rentabilizar la producción. Lo que no puede ser es imposible, y el departamento de Educación y Cultura ha frenado las obras antes de que fuera demasiado tarde para reconducir el proyecto.

Asumidos los errores, ahora se hace imprescindible rentabilizar al máximo la inversión realizada y contener en la medida de lo posible la que falta. Definitivamente, el Fleta no será un gran escenario para la música aunque sí puede serlo para el teatro y algunos otros usos culturales y sociales que se vienen demandando en la ciudad. La situación es privilegiada, pero los edificios no son buenos por lo que son, sino por el uso que se hace de ellos y por lo que contienen.